La imagen de Ricardo Ferreti y Matías Almeyda compartiendo conceptos y tiempo en la víspera de la Final es el mensaje que mejor le viene al futbol.
Para quienes piensan que en un título se puede ir la vida, que hay que conseguirlo a costa de lo que sea, que el fin justifica los medios y que hay que vivir en el encono frente al rival de tan suprema ocasión, éste es un
desmentido.
Almeyda y "Tuca" lo hacen simple. Y hablan de la felicidad que brinda trabajar en el futbol y estar listos para disputar una Final importantísima, pero sin renunciar por ello a sus convicciones. No hay que ganar como sea, pues. Hay que hacerlo con estilo y sin perder la figura.
Los números, el momento y hasta la localía del primer partido hacen favorito a Tigres, equipo de época en estos últimos años. Pero una nunca sabe: Chivas no es de cartón.
El mencionado día de medios que vivimos ayer en Monterrey es producto de una gran idea que tiene implícito ese mensaje: quitémosle drama, odio, animadversión a los contrincantes, que son capaces de convivir un rato - parte de sus planteles con sus respectivos técnicos- la mismísima tarde anterior a la Final.
Ese mensaje lo deben recibir los barristas partidarios de cualquier equipo, que no aceptan ser cuestionados por ninguno de sus actos. Justamente porque no se entienden razones, un comentarista -Axel Solís- no trabajó en la televisión nacional el partido Semifinal ni lo hará en el de hoy.
Contra lo expuesto en alguna columna -el papel no sangra; tiene la capacidad de resistirlo todo- hay puntos que aclarar.
Uno: el club Tigres jamás vetó a nadie ni la televisora para la que ambos trabajamos fue doblegada. La decisión obedece a no hacer pensar que se trata de una provocación inconsciente en un momento de mucha excitación, y al mismo tiempo -acordado con el reportero- de no arriesgar su integridad física.
El futbol se desvirtúa con gran facilidad. Hay más ejemplos.
Un acuerdo entre Televisa y TV Azteca permitirá que el partido se vea por ambas pantallas cuando los poseía la primera. El mundo cambia y existen alianzas inesperadas.
La respuesta de algunos de los comentaristas de la segunda de ellas es insultante.
Las redes sociales -que prenden y apagan como foquito en Navidad- atizan la animadversión hacia una y otra, como si lo importante fuera el canal que reta al otro y no el acontecimiento futbolero. Violencia verbal innecesaria y de mal gusto.
En los setenta, gran parte de nuestra afición futbolera no se basaba en conocimientos y filias, sino en el Tele-Guía y las fobias.
Hay quienes quieren asirse a eso mismo, y pierden el estilo. ¡Qué poca madurez!, contraria al espíritu del juego y del servicio.
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