La justicia no es tan ciega

Francisco Javier González
en CANCHA


La encuesta que publicó ayer CANCHA con la opinión de algunos de sus colaboradores ha resultado toda una experiencia.

Las redes sociales propinaron una felpa a este servidor por haber sido el único que opinó distinto a mis distinguidos y respetados colegas.

¿Cómo estar en contra de lo que hicieron los árbitros? ¿Qué mala influencia empresarial ha tomado mi alma para opinar tales

cosas?

De los insultos ni es necesario hablar. Las redes sociales son buenas para sonrojar a un marinero. Más cuando no se acepta una óptica diferente.

No está en duda el derecho de cualquiera a disentir. Tampoco, por supuesto, si se trata de un árbitro, de una Asociación de Árbitros -¿tiene personalidad jurídica parecida a la de un sindicato?- o de cualquier comunicador que decida pensar que 8 partidos, o 10 de castigo aplicados a la imprudencia de un futbolista, son pocos.

Pero si es absolutamente discernible la reacción que tuvieron los silbantes. Salieron del marco institucional -la Federación, la Liga, tienen una regulación y conductos para arreglar controversias- y decidieron hacer justicia de propia mano. Pararon la Liga, advirtiendo horas después de ello que la Federación ya sabía que si los castigos a Aguilar y Triverio no les eran satisfactorios, no pitarían el fin de semana.

Esto quiere decir que quienes se dedican a impartir justicia en el campo decidieron amenazar a la autoridad a que prestan sus servicios. Paradójico sin duda.

Es verdad que las Ligas a nivel mundial tratan de proteger con sus reglas a los futbolistas, cada vez más costosos en sueldos y prestaciones.

Así, recordamos que la mordida de Luis Suárez en el Mundial de Brasil fue castigada con nueve partidos y cuatro meses pese a ser un escándalo global. O la serie de insultos al árbitro, bofetadas y patadas a un rival caído, que le costaron a Pepe 10 partidos tras un Real Madrid-Getafe en 2009.

Cierto es que tocar a la autoridad, aunque ésta se equivoque, es asunto más castigado. Pese a ello, el último futbolista castigado con un año fue Christian Zermatten por un cabezazo a Felipe Ramos Rizo hace casi 20 años.

El punto crítico es el de la reacción. Si algo no nos gusta, podemos romper cristales, pintar paredes, golpear al prójimo o dejar tirado el trabajo. O bien, tratar de arreglar por otras vías el conflicto, como aparentemente va a suceder.

Los involucrados en el futbol deben resguardar ante cualquier otra cosa: el propio futbol.

Los jueces decidieron no hacerlo. ¿Comprenderán al futbolista que cuando marquen mal, tome justicia por propia mano, desconociendo su autoridad?

Porque eso es lo que hicieron ellos.

 
 
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