En 2006 la marca de zapatos Spira ofreció a dos corredores kenianos pagar un millón de dólares al que ganara el Maratón de Boston corriendo con su marca.
Spira aseguraba que sus zapatos tenían unos resortes integrados en sus suelas, lo que permitiría regresar al corredor la energía invertida al dar cada paso, proyectándolo más lejos hacia adelante, alargando su tranco, gracias a lo cual se
podría correr más rápido. Los kenianos no ganaron.
Tiempo después, Spira anunció que sus zapatos habían sido vetados por la IAAF y por la USATrack and Field por estar fuera de reglamento, aunque la sanción nunca fue confirmada. Ese veto pareció más un ardid publicitario.
Lo cierto es que el reglamento de la IAAF dice (traducción libre): Los atletas podrán correr descalzos o con zapatos, los zapatos no deberán dar una ventaja desleal al atleta. Todos los zapatos deberán ser aprobados por la IAAF.
Recientemente el investigador sudafricano Ross Tucker cuestionó si los zapatos que usó Kenenisa Bekele en el Maratón de Dubai tenían algún tipo de resorte al declarar que trataría de romper el récord mundial en ese maratón, declaración que pareció temeraria por las condiciones de calor.
Todo esto viene al caso ante la información de que la IAAF investigaría los zapatos Nike que usará Eliud Kipchoge para tratar de romper las dos horas en el maratón en mayo.
Nike anunció que las suelas tendrán integrada una placa laminada de fibra de carbón que mejorará hasta en un cuatro por ciento la eficiencia de los corredores, pero que estará apegada a las normas de la IAAF.
Lo irónico es que la búsqueda de las nuevas marcas que puede traer cosas muy buenas para el deporte, como la visibilidad del running a nivel mundial, o el desarrollo de técnicas de entrenamiento, o la motivación para muchos corredores, parece que empieza a tener un efecto que puede ser un tanto indeseable: un nuevo tipo de dopaje, en un momento en el que el dopaje clínico es una epidemia.
Recuerda que correr es salud y algo más, mejor calidad de vida
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