Asociación inhibida

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


Casi todos los equipos juegan lo que pueden, pero muy pocos lo que deberían jugar.

Esa ejemplar minoría la conforman aquellos equipos en los que se respeta la continuidad en los procesos, con una buena cantidad de jugadores que permanecen durante mucho tiempo en el mismo sitio.

Así como en otros terrenos la cotidiana convivencia va creando ciertos lazos, así en la cancha se van

fortaleciendo otros lazos también invisibles pero futbolísticamente productivos.

Cualquier jugador amplía sus probabilidades de florecer a plenitud en la medida en que más tiempo permanece en un equipo y en un entorno, y cualquier equipo incrementa su potencial de crecimiento entre más jugadores plenamente florecidos tiene.

A mayor tiempo de más futbolistas en un equipo, mayor la eficiencia colectiva que éste puede alcanzar; y entre más eficiente sea un conjunto, más se propicia el cabal desarrollo de cada uno de sus jugadores.

En México y en todo el mundo, desde siempre, quienes así lo han entendido y han sabido trabajar en consecuencia, son los que mejor han jugado.

Pero como en el futbol moderno es cada vez menor el promedio del tiempo que los futbolistas duran en los equipos, la eficiencia colectiva de éstos se ve inexorablemente afectada.

El gran error consiste en suponer que cada jugador que llega rendirá igual que como rendía en el equipo del que viene; o incluso mejor.

Por eso el asunto no es exclusivamente del grueso de las carteras, sino de la indispensable visión para darle a cada proceso el tiempo que requiere para madurar.

Distinguir, más allá del simplismo de los resultados, hacia dónde se encamina un equipo y cuánto tiempo hay que darle para que se encamine bien.

Fortalecer con la continuidad la verdadera asociación dentro de la cancha... y no inhibirla con tantos cambios.

 
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