Se lo llevó Miloc

Francisco Javier González
en CANCHA


Eran días esperados por algunos de los reporteros de la época: que viniera a la Ciudad de México el equipo que estaba dirigiendo, para tomar un café con él.

Podía ser con Potosino, con Tampico, con Tigres, con Veracruz o con cualquiera. Siempre había tiempo para charlar con él, con o sin grabadora. En plática periodística o en charla personal.

Eran tiempos en que se reporteaba en

las concentraciones, en la víspera del partido.

Muchas veces en la cafetería del hotel Marbella, donde dos o tres de nosotros solíamos pasar la mañana de los sábados conviviendo con los futbolistas y técnicos de visita.

No había jefes de prensa, ni obstáculos para llegar a las figuras de la época. Sí eran ídolos, pero de carne y hueso, al alcance de la mano para estrechar la suya. Muchos de ellos agradecían la presencia de los reporteros y de los fans que acudían para que les firmaran sus banderas o hasta para sacarse una fotografía con ellos cuando el celular no servía para eso porque tampoco existían los teléfonos móviles.

Pocos personajes eran tan deliciosos para conversar como lo era Carlos Miloc. Toda una leyenda que jamás escatimaba una palabra, que preguntaba a los reporteros cómo harían jugar a su equipo para retarlos.

Uruguayo orgulloso, defensor de su familia, del futbol y la vergüenza deportiva.

A Miloc podía señalársele como poco estratégico. Pero nadie de su equipo se hizo el lastimado, dejó de correr o le tomó el pelo sin pagar factura.

Por eso un día se metió al campo en una Final Interamericana que le ganó al Olimpia. Dicen que realmente había ingresado para golpear al indolente Edú que jugaba en su América, pero prefirió írsele encima a un rival cuando se arrepintió.

Se peleó públicamente con algunos de sus generales en la cancha: Nery Castillo en Potosino, Tomas Boy en Tigres...

Dicen que según lo agudo de la crítica en los diarios, hacía dar más vueltas a sus jugadores antes del entrenamiento.

Pero nunca tuvo un equipo sin mística, nunca dejó de pegar un grito desde su banca o permitió que alguien le faltara el respeto al futbol.

Carlos Miloc, el futbolista, el técnico, el entrevistado, el amigo.

Lo era cuando sabía de algún familiar enfermo, cuando se acercaba la Navidad, cuando el paso de los años cambió la relación con el periodista en algo más trascendente.

Las redes sociales, los futbolistas con audífonos bajando de un autobús sin charla ni entre ellos o los benditos clubes que ya no dejan acercarse, separan hoy lo que antes era una forma de vida.

No se fue Carlos Miloc.

Lo que falleció con él fue toda una época de años maravillosos que envuelta en un abrazo cariñoso, compartimos con su querida y entrañable familia.

 
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