El muro de Luis Enrique

Homero Fernández
en CANCHA


El prototipo beligerante con la prensa del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene en la Liga española un símil desde hace tres temporadas. Se llama Luis Enrique Martínez y es el entrenador de uno de los equipos más poderosos e influyentes del planeta, el Barcelona.

Tanto uno como otro se dicen maltratados por los periodistas y los medios. Tienen, con las distancias del

caso, el mismo discurso: los periodistas atacan para desacreditarlos y fabrican "fake news", como las denomina el equipo de Trump.

Después de la paliza que le propinara el París Saint Germain a su equipo, Luis Enrique se enfureció con un reportero de la televisión catalana.

Los que fuimos testigos en directo de la entrevista no percibimos ninguna malicia en las preguntas del periodista. Hasta podríamos decir que fue correctamente tibio. Sin embargo, el coach se fue encendiendo solo. Se veía como su cara adquiría un mayor rubor. Cuando escuchó la supuesta crítica táctica que uno de sus jugadores había hecho al terminar el partido, lo descalificó porque opinaba "con las pulsaciones a 200".

Es justo decir que el Barcelona de Luis Enrique ha ganado tantos títulos como con Guardiola y ha registrado varios récords. Es tan desmoralizante el 4-0 de París como injusto decir que el equipo ya está en las últimas.

El mal momento del DT ante la televisión no parece solo producto de la frustración, si no de un modelo de comunicación poco amable. Estar siempre a la defensiva lo hace ver grosero y autoritario. Los que lo tratan hablan de él todo lo contrario.

"Vuestro análisis es bastante superficial y gratuito. No tiene nada que ver con el de un profesional", le reprochó el año pasado a una periodista. "Habla de lo que quieras que yo te contestaré lo que me apetezca", le remarcó.

A otra colega catalana, en otra ocasión, le soltó: "No entiendo tus preguntas porque hablas raro".

Sus salidas irónicas y sus gestos de desgano en las conferencias de prensa, son la norma. Un informador le preguntó el año pasado si el equipo estaba bajando su nivel físico. "¿Cómo dijiste que te apellidas?". "Malo", respondió el reportero. "Pues ya está todo dicho. Siguiente pregunta".

Así como se cansa el entrenador de escuchar el mismo menú de preguntas, los informadores intentan evitar las respuestas rutinarias y buscan algo novedoso. La verdad como la novedad son la savia de la que se alimentan.

Los periodistas algunas veces están mal preparados, otras veces son malintencionados, otras defienden intereses que no son los de la audiencia a la que se deben. Sin embargo, la mayoría que no incurre en esas fallas merece y debe ser respetada tanto por presidentes como por entrenadores.

No "fake news", no "fake leaders".

 
 
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