Zapatos tenis

Félix Fernández
en CANCHA


Y por mis 50 años quiero unos zapatos tenis. Hoy que todavía puedo correr quiero unos tenis, aunque cuando comencé a caminar también me sentía seguro con unos tenis y dentro de algunos años, cuando la senilidad llegue a mi vida, no habrá mejor calzado para los agotados pies que unos tenis. Los primeros y los últimos, compañeros de toda la vida. Por lo mismo, no hay mejor regalo que unos tenis al

cumplir medio siglo.

Mi vida se realiza en movimiento, la lucidez me llega en movimiento y espero mantenerme en movimiento durante los años que me restan. Han sido 50 años en los que, más que futbol, familia, educación o amigos, los tenis han sido una constante dentro de cada actividad que he realizado y, de hecho, el futbol que practico ya es primordialmente con este calzado.

Y es que los tenis representan comodidad y moda, personalidad y cuidado, disciplina y rebeldía, discreción y atrevimiento. Va mucho más allá de protección y abrigo para los pies.

Sí, quiero unos tenis para seguir corriendo, pero también para tropezar y continuar en el camino, para terminar la carrera tan corta o tan larga como corresponda el objetivo de ese día... para avanzar al final de cuentas, no sólo para mantenerme en pie. Los tenis están hechos para desgastarlos, para usarlos como el cerebro, como las manos... como el aparato digestivo.

Pocas prendas han evolucionado tanto como los tenis y pocas ofrecen la posibilidad de retroceder 100 años como los Converse, porque si en el futbol se dice que "todo tiempo pasado fue mejor", con los tenis podemos mencionar que "en algún momento, hace muchos años, hubo prendas que ya no tuvieron necesidad de evolucionar".

Los tenis cuentan historias en el desgaste, la suela, las manchas y los raspones. Son nuestras arrugas, nuestros huesos, nuestro proceso de envejecimiento y nuestras cicatrices. Pueden parecer aun muy funcionales y útiles a la vista, pero carecer por completo de absorción por los kilómetros recorridos. Los zapatos tenis, como el vino, son materia viva... como las mascotas, provocan cariño y duele desprenderse de ellos.

A lo largo de varias rutas dentro de los Estados Unidos es posible toparse con "árboles de zapatos" que no son otra cosa que cementerios de tenis viejos, atados y colgados en algún tronco y sus ramas. La gente los deja cuidadosamente ahí, no en el suelo donde pasaron tanto tiempo, sino en todo lo alto, a manera de rito en un espacio donde sólo el tiempo decide el momento de su caída, una vez que el dueño se encuentre lejos y haya terminado su duelo. Dentro de la Ciudad de México me impresionaba mucho ver, en colonias populares, cables que portaban gran cantidad de zapatos de futbol viejos, atados y colgados de las agujetas, a manera de homenaje. Y es que los tenis y los zapatos de futbol no se desechan así porque sí, nomás por viejos. Contienen demasiadas anécdotas como para tirarlos a la basura porque "ya no sirven".

En este cumpleaños número 50 definitivamente quiero otros tenis. Porque quiero seguir contando y leyendo historias con ellos, porque quiero seguir protegido pero a la vez impulsado a continuar y porque los tenis, como muy pocas cosas hoy en día, logran desafiar a lo efímero y desechable.

 
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