A la actual crisis arbitral hay que añadirle la endémica crisis de honestidad en los demás elementos del juego.
Sólo se mencionan los errores arbitrales cuando perjudican y se hace como que no se ven los que favorecen.
Una comodina y ventajosa postura tradicionalmente asumida por quienes se escudan en los errores del árbitro para esconder los propios.
¿Y si eso cambiara con
posturas y actitudes como las siguientes?
"Reconozco que mi entrada era de tarjeta roja, pero conté con la fortuna de que el árbitro no la viera o no la juzgara bien".
"Me arrepiento por haber cometido la bajeza de escupirle a un adversario; y por lo tanto merezco un castigo, me hayan cachado o no los árbitros y las cámaras".
"Los errores arbitrales a veces nos perjudican y a veces nos favorecen, pero como técnico reconozco que me equivoqué en el planteamiento y al realizar esos cambios".
Mucho le abonarían al juego rasgos de honestidad y decencia como ésos, tan escasos, y mucho facilitarían las cosas en el renglón arbitral, en el que evidentemente hay mucho por hacer:
- Preparar y capacitar más y mejor a los árbitros.
- No ser tan injustos al satanizarlos y señalar sus errores con la ventaja de las distintas tomas, imágenes y repeticiones, entendiendo que las decisiones ellos deben tomarlas de inmediato y a cada momento en el calor del juego.
- Distinguir entre las equivocaciones comprensibles, inherentes a la propia labor arbitral, y las que no lo son tanto.
- Hacer más transparente el trabajo de los de negro, permitiéndoles defenderse de las críticas, explicar las decisiones tomadas, responsabilizarse abiertamente por los errores cometidos.
- Todo ello, acompañado de las más elemental decencia deportiva de parte de jugadores, directores técnicos, dirigentes, periodistas... e incluso aficionados.
En el afán de alcanzar la debida mejoría en los distintos renglones, incluido el arbitral... sería un excelente inicio.
A ver cuándo.
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