Los Tigres y el América definirán mañana lo que el jueves dejaron pendiente.
Después de aquel deslucido "primer tiempo" en el Estadio Azteca, cuando el América fue mucho mejor sin lograr plasmarlo en el marcador, sólo resta esperar que en el "segundo tiempo" que se jugará en el Estadio Universitario ambos equipos alcancen un desempeño de verdaderos finalistas.
Porque si en el
partido de ida el América jugó más o menos como venía jugando, en el caso de los Tigres el rendimiento fue muy lejano al de su nivel óptimo.
Si Ricardo Ferretti y su equipo creen que obtuvieron el conveniente empate gracias a lo poco que hicieron y no a pesar de lo mucho que dejaron de hacer, correrán el enorme riesgo de volver a perder un título en su propia cancha, de propiciar la coronación de una escuadra americanista dispuesta y preparada para capitalizar las concesiones que le ofrezcan.
Es decir, que para el América el indispensable compromiso es el de seguir jugando como en términos generales lo ha hecho durante sus cinco partidos de la Liguilla; mientras que para los Tigres, cuenten o no con su mejor jugador, el urgente objetivo debe ser el de jugar como lo hicieron en sus primeros tres juegos de esta Fase Final pero no supieron hacerlo en los dos más recientes.
Por lo pronto esperemos que el duelo de mañana, ahora sí, sea de poder a poder, de querer a querer y de saber a saber.
Que el futbolero regalo navideño sea un gran partido de futbol, del nivel que se espera en una auténtica Final, muy por encima de lo ofrecido en los primeros 90 minutos; y que el ansiado título no sea un regalo generosamente concedido por las circunstancias o los imponderables del juego, sino un merecido premio para el que mejor juegue.
Como cierre de torneo, es lo menos que puede pedirse.
A ver si en este domingo navideño se nos concede.
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