La herida abierta del Centenario

Homero Fernández
en CANCHA


La rivalidad de los equipos uruguayos de Peñarol y Nacional nació con el Siglo 20. Es de los Clásicos más antiguos, apenas superado por alguno del futbol inglés.

Entre ambos se reparten más del 90 por ciento de las simpatías de la población de poco más de 3 millones. Son los que más gloria internacional han llevado a Uruguay: el Peñarol, con tres copas intercontinentales y cinco

Libertadores, y el Nacional, con tres títulos en los mismos torneos. Los campeones olímpicos de 1924 y 1928; y del mundo, en 1930 y 1950 con el Maracanazo, salieron de sus históricas alineaciones.

Desde hace ya algunos años, la alegría y la participación popular que congregaban los partidos clásicos han sido sustituidas por el miedo, la violencia y la anarquía. Y el Estadio Centenario es una de sus víctimas.

El escenario inaugurado en 1930 debe el nombre a los 100 años de la primera Constitución de Uruguay. Fue la sede de la Final del primer Mundial. Por eso, en 1983, la FIFA lo designó monumento al futbol. También recibió, en 1960, la primera Final entre un campeón de América, Peñarol, y uno de Europa, Real Madrid.

Mañana habrá un nuevo Clásico. Lo arbitrará Leodan González. (Si a Messi le pusieron Lionel por Lionel Ritchie, ¿por qué a él no le podrían llamar como el famoso cantante argentino Leonardo Dante Tévez, alias Leo Dan?) El partido estuvo a nada de jugarse con la tribuna más grande vacía por razones de seguridad. La "Olímpica" ha sido tradicionalmente de las familias, donde convivían los seguidores de ambos equipos.

Las tribunas de las cabeceras son ahora territorio peligroso, especialmente la que ocupa la "hinchada" de Peñarol. Hace unas semanas, en un partido contra el Rampla Juniors un hombre fue ejecutado en uno de los baños. En septiembre, tres aficionados de Peñarol fueron atacados a tiros en una ciudad cercana a Montevideo por unos partidarios de Nacional, quienes se habían desplazado para agredir al azar a sus rivales. Uno de ellos murió pocos días después.

La Policía sabe que dentro de las barras bravas reina el poder de los narcotraficantes y la tribuna es una parte del territorio donde la fuerza del Estado no se aplica. El Gobierno ha considerado los partidos como espectáculos de particulares que deben proveer su propia seguridad y no entra a las gradas. Eso le ha valido la crítica de algunos sectores que ven ahí una peligrosa cesión de autoridad.

El domingo en medio de la Olímpica habrá de nuevo un tajo y un puñado de policías para separar. "Pulmón de seguridad", le llaman. Pese a su tradicional tranquilidad, Uruguay comienza a padecer el avance del narcotráfico y el crimen organizado en el propio corazón de sus clásicas tradiciones. Junto con los fanáticos energúmenos ya han convertido al histórico Centenario en un "estadio fallido".

 
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