¿Ya no hay manera?

Francisco Javier González
en CANCHA


No deja de ser triste.

Cuando una relación se termina, después de la decisión aparecen las consecuencias.

Y quién se lleva qué. Y quién se queda con la casa. Y qué de los niños. Las fotos se rompen o se archivan para que las vean los nietos. Y suele quedar el mal sabor del final, por muy civilizada que haya sido la ruptura.

Sin saber quién es papá y mamá, la Liga MX y la

Conmebol azotada por uno de los momentos de menor moralidad de su historia, tienen diferencias insalvables.

No hay juez de paz que pueda convencerlos para que cada quien ceda un poco. El margen de negociación es tan escaso que cada parte se ha ubicado en el polo mas extremo. Es sí o no. Blanco o negro.

Motivos tendrá la Confederación Sudamericana para proponer un abrupto cambio de calendario. México, invitado, no tiene ni voz ni voto. Sólo recibe una invitación que parecía perpetua para participar en la Copa Libertadores de América, que si bien complica los saturados calendarios, ha valido la pena primero pelear y luego aceptar.

La decisión es inminente, es un strike cantado. Sólo la esperanza abriría un compás en el que pudiera la Confederación cambiar de parecer.

Alguna fuerza novedosa le estará convenciendo de dejar fuera a uno de sus principales socios comerciales. México es invitado pero lleva siempre cartera abundante. Y a eso no se renuncia nada más porque sí, cuando además ha existido respuesta deportiva.

Si la anterior fue la última, si la Liga MX y la Libertadores no coincidieran más, del lado mexicano podemos recordar los malos arbitrajes que dañaron a sus equipos, al "Chino" Benítez escupiendo al "Bofo" Bautista en el más falaz de los gestos.

O los penales que un día mataron a Santos Laguna, el cambio de fecha de esa Final de la Copa Sudamericana entre Boca y Pumas en la que no fue expulsado Abbondanzieri tras una agresión flagrante, o que las Finales siempre tenían que jugar su vuelta en el Cono Sur. Sin olvidar los aspersores prendidos y las puertas cerradas de los estadios en que varios de nuestros equipos debieron entrenarse en la víspera de algunos partidos, sin lograrlo.

Pero la verdad es que lo bueno superó siempre a lo malo y vimos a futbolistas mexicanos fajándose como los buenos en las canchas más difíciles de Sudamérica.

Presenciamos triunfos inolvidables, visitas de camisetas legendarias a estadios nacionales y partidos fragorosos que enaltecieron la batalla.

Ha valido la pena y por ello, si la decisión se confirmará, existirá el deseo de los allegados que siempre acompaña una ruptura: que vuelvan pronto.

La Liga MX y la Libertadores se ven bien juntos.

Aunque por la decisión de la segunda, tal vez no eran tan buena pareja como parecía.

 
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