México no era para Rommel
Hay luces fugaces en la vida, que en su breve paso dejan una estela brillante e inolvidable.
Así fue la corta, pero entrañable carrera del panameño Rommel Fernández, quien de niño admiraba al peleador Roberto Durán, pero soñaba con la pelota de futbol las 24 horas del día.
Ese chico que tuvo a René Mendieta como su primer ídolo en el futbol, al
cumplir 17 años se ilusionó con la posibilidad de seguir sus pasos, saliendo del país para ayudar a la precaria situación familiar.
"Rommel se iba a la escuela, pero muchas veces se pegaba la fuga y no iba a clases porque la pasaba jugando futbol, luego llegaba con la abuela todo batido de lodo y le pedía que le lavara la ropa para que su mamá no le regañara cuando volvía del trabajo", recordó su tía Rosa, quien aún vive en el corazón del barrio de El Chorrillo, uno de los más peligrosos y humildes de Panamá.
En 1986 un promotor mexicano llegó a la ciudad del Canal, en busca de un centro delantero. La encomienda era por Mendieta, un tipo que a sus 25 años ya había sido el goleador de la liga local con el Plaza Amador y el Tauro.
Guillermo Lara era aquel buscador.
"Le hablamos de Rommel, que era un chico de 20 años en ese momento y jugaba en el Atlético Panamá, aunque había debutado a los 15", recordó Jaudel Torrijos, ex directivo de la liga local.
"Al señor le pareció muy joven aún, él quería a alguien más probado para llevar a México".
Ese mismo año, Rommel fue seleccionado con un representativo panameño juvenil para jugar un torneo llamado Mundialito de la Emigración en las Islas Canarias, en España.
El chico corpulento, no muy técnico, pero con gran olfato de gol y un remate de cabeza letal, deslumbró en esa competencia al marcar 6 goles.
Los directivos del Tenerife no dudaron en firmarlo, le ofrecieron un contrato por su edad para jugar en la Segunda División.
En su primer año lo tuvieron en el equipo filial para complementar su parte formativa y para el segundo año ya era titular. Con más de 11 goles y sólo 21 años fue artífice para el ascenso a la Primera División en 1988. Para entonces el canalerito ya era el más querido en la isla.
Ese mismo año Lara volvió a Panamá para finalmente contratar a Mendieta, a quien llevó a los Correcaminos de Ciudad Victoria. Ya Rommel no estaba al alcance.
Los dos delanteros coincidieron en 1989 en una convocatoria de la Selección Mayor, para un amistoso en San José, California, contra México.
El ídolo del Tenerife nunca había jugado con el Tri, ni tampoco lo haría esa noche. Una lesión muscular le impidió ser tomado en cuenta horas antes del juego que México ganó 2-0 y en el que Mendieta fue titular.
"Me preguntaba cómo era el futbol mexicano, le dije que era bueno, que a lo mejor en ese momento no como el español, pero de muy buen nivel; me comentó que quizá en el futuro le habría gustado jugar allá", relató Mendieta años más tarde.
Rommel hasta ese momento era el primer panameño en jugar en Europa.
Frustrada su alineación en el amistoso contra el Tri, "El Panzer" regresó a España para vivir sus mejores años en la isla.
Haber logrado 23 goles en dos temporadas le valió ganar el trofeo EFE al mejor jugador latinoamericano en 1991, por encima de Hugo Sánchez.
También provocó su venta al Valencia, que para entonces sería dirigido por el holandés Guus Hiddink.
No le fue bien con los naranjeros, en donde el titular era el búlgaro Dimitar Penev, por lo que fue cedido al Albacete un año a préstamo.
Ya en ese momento Rommel era el deportista más importante de su país; invitado a conciertos y celebridad en Canarias, donde la gente le quería en cada visita.
Hizo amistad con el salsero Rubén Blades y también con la cubana Celia Cruz.
En Tenerife se compró su primer automóvil, un Seat, pero no sabía manejar y al comenzar a hacerlo demostró no ser su fuerte.
"Cuando se compró el carro, le llamó a mi mamá por teléfono y le dijo, 'abuela, ya tengo carro, ya puedo subir a las chicas para llevarlas a su casa', decía; 'hijo, cuídate por favor que tú no sabes manejar", relató su tía Rosa Gutiérrez.
Aunque no le gustaba ser ostentoso, en Valencia se compró un BMW rojo, pero luego cumplió su sueño, el de comprarse un Toyota Celica, como el que conducía el campeón mundial de rally, Carlos Sainz.
Con el Albacete comenzaba a tomar su mejor forma. Llevaba ya siete goles en 17 partidos cuando su carrera se interrumpió de manera definitiva y en forma trágica.
Rommel regresaba de una comida que había tenido con compañeros del equipo afuera de la ciudad.
Acompañado de su primo Rolando Rojo, ambos venían escuchando salsa en el Toyota, en una carretera estrecha, cuando el futbolista perdió el control del vehículo en una curva y se salió del camino de Tinajeros.
"Cuidado Rommel, mira que tu primo no es buen conductor", le dijo Rolando ante la poca pericia del futbolista.
Metros más adelante del camino de sólo dos carriles y lleno de pendientes, Fernández se salió de nuevo de la cinta asfáltica al ver a otro auto sobre su sentido venir rebasando en un descenso, por lo que el coche dio vueltas hasta impactarse en un árbol.
Delante de él, en otro vehículo venía el portero suplente Fernando Marco, quien al ver por el retrovisor el percance, se detuvo y retornó.
"Cuando me bajé y fui al coche de Rommel, vi a su primo gritando. Con mis manos cogí la cabeza de Rommel y vi que tenía un gran golpe en la sien izquierda. De repente empezó a sangrar por todas partes, por la boca, por la nariz, por los oídos. Le cogí el pulso pero no se lo encontraba", relató el portero del Albacete.
Rommel, de 27 años, aún tenía vida, pero falleció en la ambulancia camino al hospital, como consecuencia de un traumatismo cráneo encefálico que le produjo un paro respiratorio. Su primo resultó con diversas fracturas, pero sobrevivió.
La noticia impactó en España, en particular en Tenerife, pero sobre todo en Panamá, en donde la madre del jugador debió ser internada ante la conmoción de la pérdida.
El funeral en Albacete fue muy concurrido. La Liga suspendió la jornada de ese fin de semana en la temporada 92-93.
El cuerpo fue trasladado a Panamá en donde se le hizo un recibimiento de héroe caído.
Ese mismo año, la Federación panameña decidió cambiar el nombre del Estadio Revolución, el más grande de la capital.
En España, desde su muerte cada 6 de mayo en el Estadio Heliodoro Rodríguez de Tenerife, se le rinde tributo para recordarle.
"Soñó con jugar un Mundial con Panamá, no alcanzó a lograrlo, pero estoy seguro que en cada juego de la Canalera desde allá arriba está al pendiente de verle triunfar", dijo Carlos Maldonado, ex compañero de la selección juvenil.
Al final, los encuentros de Rommel con México fueron y son sólo con su identidad plasmada en un inmueble.
El Tri ha jugado duelos eliminatorios en tres ocasiones en el estadio que hoy lleva el nombre del ídolo.
Ahora en cada juego, como el que se dará el martes, el Rommel Fernández, antes Estadio Revolución de Panamá, vibra cuando México se mete a su cancha.
"Rommelito está volando en el cielo, allá le vemos, lindo amigo", dijo Celia Cruz en un concierto en Canarias, a los pocos meses de la muerte del joven jugador y tras haber interpretado "Te busco", bolero melancólico que dedicó a su memoria.
Quizá con el espíritu de aquel chiquillo que pudo jugar en la liga mexicana, pero que el destino llevó a probar Europa, para quedarse allá en el recuerdo.
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