El futbolista profesional vive en una burbuja que la sociedad le concede.
Es un elegido que, gracias a las habilidades que presta a un negocio del que se hace indispensable, recibe enormes cantidades de dinero, popularidad y fuero.
Eso hace que en cualquier parte del mundo, si es de los destacados, tenga una vida diferente a los demás mortales.
Vive en casas mejores que las
de la mayoría, compra autos destinados a los grandes potentados y se aleja del hábitat común porque, ciertamente, es un personaje épico y protagónico de los sueños de la modernidad mediática y de consumo.
Así como CR7 estará ajeno a los problemas sociales de Portugal o Lionel Messi a la inflación superlativa que vuelve a vivir una Argentina afectada por el desempleo, será interesante preguntar si los jugadores de la Selección Nacional habrán sufrido algún impacto anímico por las elecciones ganadas por Donald Trump en Estados Unidos.
Ya se sabrá si las vociferaciones de un candidato inventado y hoy favorecido van a tener el efecto temido por los mexicanos en el País y en Estados Unidos. Pero por lo pronto, estamos de duelo porque lo sentimos como una de esas derrotas de grandes consecuencias y enormes cicatrices.
Con un irresponsable discurso de años que amenaza ser apoyado con acciones, el inmigrante mexicano ha recibido bofetadas al orgullo y la dignidad que hoy muchos estadounidenses pueden tomar como justificación para cometer cualquier tropelía. Y el equipo mexicano no es excepción.
Lo sucedido en las elecciones hacen ver que los valores fundamentales de la ética, el respeto, la decencia y la honorabilidad ya no son tan importantes para la sociedad o por lo menos para parte de ella.
Hasta hace un tiempo, alguien como Trump no hubiera sido aceptado como mensajero en ninguna empresa. Hoy es presidente del país más importante del mundo, amenazado con derrumbarse por su impericia y la de millones de cómplices que votaron por él.
No le podemos pedir al Tri que ayude a remediar lo sucedido en un terreno que no es el suyo, pero sí que se haga consciente del temporal alivio que le daría a su sufrida afición, otra vez derrotada.
Osorio luce seguro, el plantel es el mejor de muchas convocatorias por el momento que atraviesa y el duelo llega en un momento coyuntural.
Ojalá se gane ese otro partido. El que aliviaría un poco el alma y dejaría ver futbolistas comprometidos con algo más que el balón.
El de los ídolos que le entreguen ese premio a una feligresía que pese a todo, sigue creyendo en ellos.
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