Un futbolista más, un sicario menos
Diego Mancera / El País Internacional México, Tamaulipas (27 abril 2019)
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  • Más de 2 mil 800 niños y niñas se han inscrito para dejar de lado los duros contextos en los que viven.
    FOTO: Especial

Rosalinda Reyes mira a Christian, su hijo, dar una fuerte patada al balón. Ella está sentada sobre una oxidada banca de metal en un sitio que considera neutral: un campo de futbol. En ese momento se siente segura en Ciudad Victoria, la capital del Estado de Tamaulipas.

Recula un instante después. "Ni en mi propia casa puedo decir que me siento segura", dice mientras menea unas gafas de sol. Hace 5 años, un grupo de hombres irrumpió en su hogar para raptar a su esposo. No fue el único. En el mismo barrio secuestraron a 11 hombres más aquella noche. Desde ese momento no sabe más de Eliuth.

Christian, de 9 años, aún cree que su padre volverá. Mientras lo espera, busca convertirse en portero profesional.

Correcaminos ha articulado en Tamaulipas una red de escuelas de futbol bajo la premisa de que un futbolista más es un sicario menos en las filas de la delincuencia organizada.

Más de 2 mil 800 niños y niñas se han inscrito para dejar de lado los duros contextos en los que viven. Sus camisetas tienen un diseño estridente en tonalidades blanco y azul que forma un mosaico con una palabra: paz.

"Lo que queremos es que, aunque no logren ser futbolistas profesionales, por lo menos sean mejores seres humanos", comenta el presidente del equipo, Rafael Flores. Su estrategia planea sobre 4 ejes de desarrollo: el físico, nutricional, psicológico y académico.

"El futbol nos distrae, absorbe nuestro tiempo. Jugando me olvido de las cosas malas, como la violencia", cuenta Rubí Mariscal, de 15 años. Ella, como todos sus vecinos, no saben lo que es jugar en la calle después del atardecer. Existe un toque de queda voluntario entre los vecinos, una medida provocada por el miedo en una ciudad que concentra más del 50 por ciento de los homicidios del Estado y que en 2018 tuvo una tasa de 86 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Uno de los campos de las academias de futbol se encuentra a un costado de la carretera, en Ciudad Victoria. El pequeño edén tiene manchas de pasto seco, un clásico potrero digno de algún cuento de Roberto Fontanarrosa. Los chicos de 15 años, de piel tostada, zapatean por el descampado a 31 grados centígrados, a veces más.

"Corre, suda, vive", se lee en la espalda de las camisetas de algunos. El atardecer marca el fin de los entrenamientos. En la oscuridad, algunos chicos esperan a que alguien pase por ellos.

"Tengo que estarles comunicando a mis padres cada vez que llego a entrenar, cuando termino y con quién me voy porque no tienen chance de venir por mí", comenta el quinceañero Jesús Zurita.

El ex portero del Tri, Jorge Campos, ha apadrinado el proyecto de las academias juveniles de Correcaminos. Su presencia alborotó a más de mil niños y jóvenes que, pese a que no lo vieron jugar, sabían quién es.

"El deporte siempre ha ayudado a sacar a los jóvenes de los malos pasos. Sé que en un futuro 2 o 3 niños van a cambiar su futuro", comentó Campos.

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