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A puerta cerrada
Félix Fernández | 18-03-2020
en CANCHA
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Si la gran diferencia se establece cuando pagan por verte jugar, entonces los partidos "a puerta cerrada" pierden gran parte del sentido profesional para todos los involucrados. Las pretemporadas están llenas de partidos de preparación "a puerta cerrada"; encuentros silenciosos en los que se magnifican los gritos de los protagonistas, solo que al darse la misma situación en un encuentro oficial, ese silencio se vuelve inhibidor. No hay silencio más fuera de lugar que el producido por el esqueleto de multitud en un estadio de futbol.

Como futbolista, llegar a un estadio donde miles de personas deberían estar presentes y solo ver policías preparados para disolver manifestaciones, es bastante extraño... los puestos ambulantes de comida o souvenirs se quedan guardados junto con ese ingreso económico que permite a muchas familias sobrevivir. El camino hacia los vestuarios, siempre ruidoso y estimulante, desencaja con el eco de la soledad; se siente la necesidad de producir ruido, por lo que la música dentro del vestidor no solo es incuestionable, sino urgente... No hay autógrafos, fotos ni porristas; pero en contraparte hay protocolos que no se alteran: la salida al terreno de juego, los árbitros que llegan con la misma anticipación, vestidos de traje y recorren la cancha de la misma forma que lo harían con las tribunas llenas.

Lo más terrible inicia junto con la salida al campo y el partido: La porra íntima dentro del vestuario puede ser escuchada por la prensa que se encuentra bastante lejos. Esos 50 metros que recorre cada equipo desde la salida de su túnel hasta el centro del campo, son el estallido de la presión y al final, esa formación que no culmina con el saludo entre equipos. Esta vez nada de esto sucede y difícilmente algo lo sustituye. Balones que caen en la tribuna sin manos que los retornen y falta de estímulo para que existan enfrentamientos tras contactos violentos: sin la arenga ni el abucheo, parece ridículo pelearse. Los reclamos al árbitro, mucho más medidos y sin palabras fuertes de por medio, paradójicamente hay menos privacidad sin gente... Pero sin duda en los sonidos se localiza la diferencia medular: el crujido del pasto en cada pisada, el cambio de los carteles en la publicidad alrededor de la cancha, los gritos de los protagonistas que en estos partidos llegan a su destino y el balón que se deja escuchar perfectamente al ser golpeado, con tonos distintos de acuerdo a la técnica y fuerza de cada jugador.

Héctor Aguilar Camín relató alguna vez su experiencia desde el ángulo del televidente: "Los narradores hablan de más para callar ese silencio... ese silencio podría enseñar a los televidentes algo invaluable: oír los sonidos del juego".

Después de participar y ver un partido de futbol profesional invadido por la soledad y el silencio del público, queda claro que esta modalidad es incompatible con nuestro deporte. Si la gran diferencia se establece cuando la gente paga por ver un espectáculo, estos partidos "a puerta cerrada" pierden el ingrediente más característico para llamarle futbol profesional. Definitivamente, preferible suspenderlos por completo.

Twitter: @Felixatlante12
 
 
 
 
 
 
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Estudió la Licenciatura en Pedagogía por la UNAM. Como futbolista participó desde 1986 y hasta el Torneo Verano 2002 con: Toros de Texcoco, Atlante, Atlético Celaya y Puebla. Integró la Selección Nacional desde Mayo de 1993 hasta 1996; mundialista en EU 1994. Se ha desarrollado como articulista del Periódico REFORMA desde 1996.
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